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Los monumentos luchan contra el olvido. A quienes los contemplan lesrecuerdan el hecho memorable, el personaje público, el héroe, elcreador artístico. Mark Strand escribió El monumento, 1978, parareflexionar sobre el destino de los monumentos. Enriqueció sureflexión el hecho de que el monumento que describía se enfrentase con alguna forma de incomprensión que no fuera solo el olvido. Eligiócomo forma de incomprensión la necesidad de traducir a otra lengua,también a otro tiempo, a otros mundos, el sentido de los sentimientosque mueven a alguien a erigir un monumento. No es un monumentoconcreto el que se muestra ante los ojos del lector, aunque haya unmonumento que sirva como ejemplo, sino la idea del monumento, lanecesidad humana de recordar más allá de los discursos históricos,mediante una pieza única que, a través del arte, hace del futuro sunecesidad presente.