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Republicanos y franquistas se enfrentaron a un enemigo común durante la Batalla de Teruel. En sus partes de guerra y en los miles de testimonios de ambos bandos, más allá de los combates en el frente, nada fue motivo de tanta atención como el terrorífico invierno 1937-38. Casi ocho decenios después, la multitud de libros que ha deparado la Guerra Civil Española comparte el comentario unánime de que en Teruel, entre diciembre de 1937 y febrero de 1938, el frío y la nieve marcaron una de las batallas decisivas de la contienda. Curiosamente, pese a que toda la bibliografía menciona aquel hecho, el impacto de los temporales de frío y nieve no había centrado hasta ahora ningún estudio específico, a pesar de que incluso algunos de los grandes analistas de la época consideraron que pocos aspectos requerían más atención que ése. Herbert Lionel Matthews, corresponsal de The New York Times, así lo manifestó.